Gautama se sintió como si una cárcel que le había retenido durante miles de vidas se hubiese abierto de golpe. La ignorancia había sido el carcelero. A causa de la ignorancia, su mente había estado obscurecida, como la luna y las estrellas ocultas por las nubes de tormenta. Nublada por interminables oleadas de pensamientos ilusorios, la mente había dividido falsamente la realidad en sujeto y objeto, yo y otros, existencia y no existencia, nacimiento y muerte, y de esas distinciones surgían opiniones erróneas: las prisiones de los sentimientos, ansias, aferramiento y el devenir. El sufrimiento del nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte sólo contribuía a engrosar los muros de la cárcel. Lo único que se podía hacer era apoderarse del carcelero y contemplar su verdadero rostro. El carcelero era la ignorancia… Una vez eliminado el carcelero, la cárcel desaparecería y ya nunca volvería a construirse de nuevo.
THICH NHAT HANH
La Iluminación de Buda
2 comentarios:
Gran texto del que, además de aprender, me pregunto ¿basta una vida para, una vez eliminado el carcelero, comprender o quizás vislumbrar esas interminables olas que nos inundan en cada etapa de este suspiro nuestro?
Como es lo que tenemos, sin saber cómo ni cuándo acabará, más nos vale intentarlo continuamente, ¿no?
Isabel:
Creer. Ese es el único transporte infalible hasta lugares desconovidos. Si no creemos, no somos capaces de aventurarnos.
Un abrazo grande.
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