El canadiense Glenn Gould (1932-1982) fue uno de los intérpretes más excéntricos y geniales que ha dado el mundo de la música.
Gould se retiró de los escenarios a los 34 años porque no quería verse inmiscuido en las carreras competitivas que se establecían entre intérpretes. Y murió a los cincuenta de un derrame cerebral, pocos días después de su cumpleaños.
Cuando le preguntaban por qué se sentaba frente al piano de una forma tan distinta a los demás, contestaba cosas como la siguiente: "Lo que ocurre entre mi mano izquierda y mi mano derecha es un asunto privado que no le importa a nadie". Y es que tocaba muy encorvado, cantando por lo bajini y, además, en una silla de madera paticorta construida para él por su padre.
Subía al escenario con el frac arrugado bajo una o varias bufandas, abrigo y mitones. Dejaba las manos en remojo durante veinte minutos antes de tocar. Huía de la fama.
Su versión de Las variaciones Goldberg de Bach -http://es.youtube.com/watch?v=NkmXnZwDGV8- constituye un hito en la música del siglo XX. Sin embargo, la grabación que se llevó la nave Voyager I el 5 de septiembre de 1977 al espacio - entre otras muestras representativas de actividad humana- fue la de su interpretación del preludio y fuga numero 1 del clave bien temperado de JSBach. Cuando la oigan -o quizás lo hayan hecho ya-, los extraterrestres van a quedar anonadados. Van a pensar que en nuestro mundo existe la verdadera belleza. No se atreverán a venir, acomplejados como van a quedar.
Ver esta grabación de la Sarabande BWV 828 es asistir a la perfecta simbiosis entre músico y música. Algo descomunal.