miércoles, 27 de mayo de 2009

XAVI AYÉN ESCRIBE SOBRE CUENTOS Y CUENTISTAS EN "LA VANGUARDIA"

Si clicáis encima del artículo podréis leerlo sin dificultad.
Xavi Ayén ha dedicado este texto a las novedades escritas por mujeres y, entre ellas, ha tenido la generosidad de incluirme.
En fin, un periodista, Xavi Ayén, cuya prosa demuestra que en este país hay hombres, críticos, que cuando hablan de mujeres escritoras no lo hacen como si se tratara de una segunda división.
Para él, mi agradecimiento y mi enhorabuena.
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Aprovecho para copiar aquí la carta que Laura Freixas envió al director de la Revista de Libros y que se publicó en su edición digital. Aclarará, entre otros, algunos puntos que discutíamos por aquí en otra entrada días atrás.
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Madrid, 3 de abril de 2009
Al director de Revista de libros

Estimado señor director:

Aprovecho la invitación que tan amablemente me ha enviado, como a otras muchas personas, animándonos a escribir a Revista de Libros, para comentarle un tema que me preocupa, a saber: la escasa presencia de mujeres en sus páginas.

He aquí las cuentas de los últimos números de la publicación. En el de enero, figuran 28 artículos, en los que se reseñan obras de 32 autores. En el de febrero, 30, referidos a obras de 41 autores. En el de marzo, 28 y 36, respectivamente.
Pues bien, en enero, de los 32 libros reseñados, 30 son masculinos y de los 28 colaboradores, son varones 23. En febrero, de los 41 autores cuyas obras se reseñan son varones 40 y de los 30 articulistas, 30. En marzo, la proporción de varones es de 30 entre 36 y de 24 entre 28. En resumen, de los 109 escritores que han tenido el honor de ver reseñadas sus obras en las prestigiosas páginas de su revista durante el primer trimestre de este año, son varones 100 (92 %), y de los 86 colaboradores que han tenido a su vez el honor de escribir en ellas, lo son 77 (90 %).

Semejantes porcentajes presentan a primera vista una disparidad sorprendente con los de la población en general, dividida entre mujeres y varones más o menos al 50 %. Podría ser, claro está, que este no fuera el caso en la élite intelectual. Tal vez lo que ocurre es que ésta es masculina en su práctica totalidad, en cuyo caso, Revista de Libros se limitaría a reflejar una realidad. ¿Es así?

Las personas cuyo nombre aparece en Revista de Libros se distribuyen en dos categorías: escritores (autores de los libros reseñados) y críticos (autores de las reseñas). En cuanto a los primeros, el único estudio que conozco es el que yo misma hice en 1999 para incluirlo en mi libro Literatura y mujeres (ed. Destino, Barcelona, 2000). Examinando los boletines de novedades correspondientes a ese año de 15 editoriales españolas representativas en los ámbitos de poesía, narrativa y ensayo, encontré que la proporción de mujeres entre los autores era de un 20 % aproximadamente. No es mucho, pero es más del doble que ese 8 % que les asigna
Revista de Libros.

En cuanto a los críticos, cabe suponer que se reclutan entre los licenciados en Humanidades. Según las estadísticas del Ministerio de Educación, se licencian en Humanidades en España 6 mujeres por cada 4 varones, un 60 %. Revista de Libros les reserva el 10 % de los puestos.

¿A qué puede deberse esta situación tan singular? Me imagino (por experiencia) que están ustedes convencidos de que atienden, no al sexo de la persona, sino a la calidad de la obra. ¿No les parece llamativo que lo que a su juicio es calidad coincida, en un 90 % largo de los casos, con un firmante masculino? ¿Puedo sugerir alguna otra explicación?

Hace muchos años, más de diez, que adquirí la costumbre de recortar y guardar todas las críticas literarias que leo en las que se alude de algún modo a varones y mujeres, a lo femenino y masculino. Pieza a pieza, van componiendo un interesante rompecabezas en el que terminan por distinguirse algunas líneas maestras. (Las he analizado en un ensayo titulado La novela femenil y sus lectrices. La desvalorización de las mujeres y lo femenino en la crítica literaria española actual, que publicará próximamente la Universidad de Córdoba.) El principal denominador común consiste en que cuando una obra de una mujer es (a juicio del crítico) mala, dicho crítico aprovecha la ocasión para arrojar el descrédito o por lo menos la sospecha sobre las mujeres y lo femenino en general. Por el contrario, cuando una obra masculina es (a juicio del crítico) mala, la descalificación no va más allá de la obra singular, del autor como individuo. Es así como las mujeres, todas, vamos pagando los platos rotos de la mala calidad (real o supuesta) de tal o cual obra de una de nuestras congéneres.


Pondré algunos ejemplos, todos sacados de la presente revista (aunque debo precisar, quizá para su consuelo, señor director, aunque no para el mío, que en este punto resultan indistinguibles casi todas las publicaciones nacionales). Así, de tal obra se nos dice que “sus protagonistas –quizá habría que hablar de heroínas- se lastran de eso que se denominaba en otro tiempo “sensibilidad femenina”” (Revista de Libros, febrero 2000; entrecomillado del autor). De tal otra, profetiza el crítico, tras una reseña pésima, que dado “el amplio mercado de la novela femenil” (sic) en nuestro país, el bodrio en cuestión está llamado a ser “un éxito de ventas y lectrices” (re-sic) (Revista de libros, diciembre 1998). De una determinada autora nos dice el crítico que “ha abierto la caja de la emotividad” con la finalidad de “conseguir su grupo de lectoras incondicionales” (Revista de Libros, junio 1997; subrayado mío). Otra novela, acusada de “frivolidad y tontería”, se califica de “marujil” (Revista de libros, febrero 2000). Y así sucesivamente.

“Frivolidad”, “tontería”, “lectoras incondicionales” (o sea, sin criterio), "sensibilidad femenina" con retintín… Como vemos, las mujeres y lo femenino sólo aparecen asociadas a lo defectuoso. ¿Qué ocurre cuando una obra frívola, tonta, excesivamente emotiva… es de un varón? Veamos: “Su relato alarga en exceso las nimiedades sentimentales, se adentra con frecuencia en el territorio de la noñería”, se nos dice por ejemplo de cierta novela masculina (Revista de libros, julio-agosto 2006). Ninguna alusión al sexo del autor o los presuntos lectores. Por lo visto, que una obra femenina sea ñoña, frívola, tonta, demuestra que las mujeres (escritoras o lectoras) son ñoñas, frívolas, tontas. Que una obra masculina sea ñoña, frívola o tonta no demuestra nada.


En este orden de cosas, hay un contraste que me parece curioso. Ya sabemos que en España se publican cada año muchos títulos nuevos -decenas de miles- y que el número de páginas de la revista es limitado. Si tenemos en cuenta, además, que de esas páginas, sólo una décima parte las dedican a obras escritas por mujeres, nos encontramos con un espacio verdaderamente escaso. Ello no impide a Revista de libros publicar críticas (a veces, sorprendentemente extensas) de ciertas obras femeninas con las que el crítico se ensaña (y aprovecha, como hemos visto, para descalificar a las mujeres en su conjunto). En cambio, cuando aparece una obra femenina de calidad, envergadura e importancia indudables, ¿qué ocurre? Le citaré un ejemplo que me parece especialmente sangrante: el de La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias... para las luchas de las mujeres de Celia Amorós. No será necesario, espero, señalar la relevancia de esa obra: basta con saber quién es su autora. Se publicó en 2005 y obtuvo en 2006 el Premio Nacional de Ensayo (que ganaba por primera vez una mujer, en sus treinta años de existencia). ¿Cómo la acogió Revista de libros? Con el silencio. Tanto más clamoroso cuanto que sí reseñaron ustedes el Premio Nacional de Ensayo del año anterior y del siguiente...

Quede claro, señor director, que no me mueve ningún interés personal. Soy escritora, y hasta el momento dos de mis libros han sido reseñados en su Revista, el uno –hace años- muy negativamente, el otro –hace pocos meses- muy positivamente. Pero en tanto que mujer vinculada a la cultura, soy sensible al clima de sospecha, de desconfianza, de descrédito a priori, que se cierne sobre todas nosotras. Este clima, que no basta para explicar el que tan pocas mujeres accedan a la autoría y a la crítica, pero sin duda contribuye mucho a ello, se debe en gran parte a la labor –inconsciente, quiero creer, pero por eso mismo aún más eficaz- que ejercen algunos (y algunas) de quienes escriben en su revista. Ojalá esta carta contribuya a que entre todas y todos, cambiemos este estado de cosas.


Laura Freixas, escritora y presidenta de la Asociación Clásicas y Modernas para la igualdad de género en la cultura:

http://www.laurafreixas.com/

Firman también esta carta las componentes de la Junta directiva de de Clásicas y Modernas:

Pilar Aguilar, crítica de cine
Margarita Borja, dramaturga
Ángela Martín, editora
Magüi Mira, actriz
Berta Ojea, actriz
Diana Raznovich, dramaturga y humorista gráfica
Alicia Romay, periodista

lunes, 25 de mayo de 2009

LA POESÍA DE CARLOS ORTEGA



El libro se titula "La perfecta alegría". La editorial que lo lleva hasta nuestras librerías, Pre-textos. Su autor, Carlos Ortega.

Y uno de los poemas, el siguiente:


LA DICHA DE ADORAR
El mal que te hace pensativo
va con el cuerpo,
sin riego, sin savia,
como el árbol que crece en seco,
desgarra cuando brota, arranca un grito.
Delante aumenta muda
la oscuridad,
esa amenaza de no ver la vida
más minúscula,
el destino de los insectos,
su esclavo combate con los pájaros,
el hormiguero,
el temblor de la especie vegetal,
la irisación del aire.
Cuesta hacer fuertes los ojos, si todo
está dictado en otra parte.
Alguien cuida de que regrese ileso
en esta oscuridad,
el cuerpo dominado por lunares
de amargura, o rendido por la noche.
Alerta en la ventana,
sólo respira si yo llego,
ocupo toda su cabeza,
soy esperado.
Nadie anda y todo avanza
en las mil facetas mudables
de lo quieto, bullicio inmóvil.
Amor se dice una vez sólo
y de una vez por todas.
Las palabras se estrenan
en un único brote irrepetible,
con un único timbre,
que no se vuelve a usar.
La oración es siempre nueva,
y paga en lo más caro el despilfarro,
un rezo sin sentido,
el gesto que persuade y doma el cuerpo,
el cuerpo que lleva el pensamiento.
Lleno de adoración,
sobre las hojas pateadas,
sigo la historia con el dedo,
saltándome las condiciones
que han hecho que cambiaran tantos planes,
que pareciéramos lluvia y agua del arroyo.

domingo, 24 de mayo de 2009

domingo, 17 de mayo de 2009

VIENA 2

Hay una forma infalible de detectar extranjeros en Viena: cruzan -aunque los semáforos de peatones no lo indiquen- cuando no vienen coches.
Los vieneses no.

Imaginé el otro día un cuento fantástico que solo podría darse si sus protagonistas fueran vieneses.

Imaginemos que están en África. Un grupo nutrido. Y que deben atravesar un desierto. Cosa para la cual compran billetes de tren; con asientos contiguos. Van juntos, pues. Y el tren descarrila en pleno desierto. Uno de los vieneses, doctor especialista en la historia de los insectos que habitan aquella zona concreta, sabe que muy cerca de allí debe haber un oasis. Y lo sabe porque tiene la certeza de que, no muy lejos de allí, en tiempos no tan remotos, había una ciudad, al estilo de Las Vegas. Y explica a sus congéneres que, a pesar de que esa ciudad ha desaparecido hace tiempo del mapa, es de suponer que no tiene por qué haber desaparecido el oasis que propició allí su construcción.

Los vieneses caminan. Primero esperanzados y al cabo de treinta y seis horas, casi muertos de sed, algo desanimados. De pronto, el doctor de insectos específicos de esa zona divisa, ya no tan lejos, el oasis. No hace sol, así que no puede tratarse de un espejismo. Animan el paso. De pronto, se detienen en masa. El único vestigio de aquella ciudad que un día existió es un semáforo de peatones. Y el cruel destino quiso que quedara para siempre en rojo.
Allí murieron todos aquellos vieneses, de sed y esperando que se pusiera en verde.
Y es que son disciplinados y cívicos hasta más no poder. Aparte de lo limpia que está la ciudad, lo bien que tratan a todo el mundo, la maravilla de organización que muestran, decidme: ¿en qué otro lugar del mundo podrían permanecer intactas esas cajitas, como la que se ve en la foto, que son pequeñas huchas en las que se pide el donativo de un euro para llevarse la publicación periódica que cuelga, farola sí farola no, de unas bolsas de plástico duro limpias e intactas? (Si clicáis con el ratón en la foto, la veréis más grande).

P.S.: En Viena, muy listilla y muy extranjera yo, he estado a punto de ser atropellada por un tranvía.

viernes, 15 de mayo de 2009

VIENA


En Viena estoy. Llegué el jueves. He venido a hacer una lectura al Instituto Cervantes que aquí dirige el poeta Carlos Ortega. Y también estoy aquí porque mi próximo proyecto literario tiene que ver, entre otros asuntos, con la Viena del siglo XVIII.
La cuestión es que hoy, precisamente en expedición de estudio, me he ido al cementerio de Saint Marx. Un cementerio algo salvaje, lleno de malas hierbas, lejos de todo y al que me ha costado llegar una larga caminata orientada por distintas paradas para preguntar: ahora una floristería (el único lugar donde se compran regalos para los muertos; he pensado que sabrían dónde estaba); ahora una gasolinera (he deducido que otras personas perdidas también habrían parado a preguntar); en fin.
La cuestión es que he llegado. Ha empezado a llover, igualmente he caminado arriba y abajo por los caminos de Mme. Lamort, que diría Pizarnik -que es la lectura que me he traído al viaje-, he sacado algunas fotos y, justo antes de irme, he visto que había una especie de caseta con lavabos. Me he acercado y he visto en la puerta la tira de avisos que aquí os dejo. ¿Los entendéis? ¿Quiere decir que no entremos con un perro, que no nos peleemos -¿o qué?; esta es la más enigmática-, que no nos pinchemos, que no tiremos papeles? ¿Qué clase de gente viva visita ese cementerio? ¿Qué mente tiene quien pensó que eran necesarias esas adevertencias? No se trata de los típicos carteles de "no fumar" o de "por favor déjelo limpio, tal como le ha gustado encontrarlo". No no.
Menos mal que, para entender esas cosas y muchas otras, disponen los vieneses de bibliotecas como la de la foto -aquí la sala barroca Prunskaal de la Biblioteca Nacional Austríaca-. Al entrar he estado a punto de sufrir el síndrome de Stendhal. En serio, es impresionante.
Lo que más me gustaría de ser rica es tener una biblioteca así. Y contratada una cocinera, también.

sábado, 9 de mayo de 2009

JURISTO ESCRIBE SOBRE "CON LA SOGA AL CUELLO"

Juan Ángel Juristo escribe hoy en el suplemento ABCD sobre "Con la soga al cuello". Si hacéis click con el ratón sobre el artículo, podréis leerlo. Como comprenderéis, me ha hecho una ilusión bárbara. Un comentario como éste justifica el esfuerzo, la duda, el vértigo y la vocación.
Desde aquí, muchas gracias, Juristo.

jueves, 7 de mayo de 2009

LECTURAS RECOMENDADAS


Hoy os recomiendo un libro de poemas. "Al batec de la terra", de Dolors Millat.
En catalán.
Como cualquier comentario elogioso estaría por debajo de la sensibilidad, la profundidad y la sabiduría de los versos de Millat, os copio uno de los poemas (y lo traduzco al castellano).
Por cierto, aquí tenéis también la información sobre la presentación del libro, que será el día 18 de mayo, a las 19:30, en la librería Bertrand. A mí me pilla en Viena, donde justo ese día y a esa hora voy a estar haciendo una lectura en el Cervantes. Por eso no voy a poder ir, aunque me encantaría.


Parer
Al cap i a l´últim,
no necessito gaires coses:
una mantellina de missa
(s'ha de tenir cura dels déus),
també aiguardent per oblidar
(cal mantenir a ratlla els records),
un estoig amb llapis i goma
per escriure algun vers
i un escamot de cavalls i egües
per escapar al galop
d'altres necessitats.
Parecer
Al fin y al cabo
no necesito demasiadas cosas:
una mantilla de misa
(hay que contentar a los dioses),
también aguardiente para olvidar
(hay que mantener a raya los recuerdos),
un estuche con lápiz y goma
para escribir algún verso
y un grupo de caballos y yeguas
para escapar al galope
de otras necesidades.

Aquñi dejo mis artículos más recientes aparecidos en La Vanguardia. Espero que los disfruten. :-)