Al director de Revista de libros
Estimado señor director:
Aprovecho la invitación que tan amablemente me ha enviado, como a otras muchas personas, animándonos a escribir a Revista de Libros, para comentarle un tema que me preocupa, a saber: la escasa presencia de mujeres en sus páginas.
He aquí las cuentas de los últimos números de la publicación. En el de enero, figuran 28 artículos, en los que se reseñan obras de 32 autores. En el de febrero, 30, referidos a obras de 41 autores. En el de marzo, 28 y 36, respectivamente.
Pues bien, en enero, de los 32 libros reseñados, 30 son masculinos y de los 28 colaboradores, son varones 23. En febrero, de los 41 autores cuyas obras se reseñan son varones 40 y de los 30 articulistas, 30. En marzo, la proporción de varones es de 30 entre 36 y de 24 entre 28. En resumen, de los 109 escritores que han tenido el honor de ver reseñadas sus obras en las prestigiosas páginas de su revista durante el primer trimestre de este año, son varones 100 (92 %), y de los 86 colaboradores que han tenido a su vez el honor de escribir en ellas, lo son 77 (90 %).
Semejantes porcentajes presentan a primera vista una disparidad sorprendente con los de la población en general, dividida entre mujeres y varones más o menos al 50 %. Podría ser, claro está, que este no fuera el caso en la élite intelectual. Tal vez lo que ocurre es que ésta es masculina en su práctica totalidad, en cuyo caso, Revista de Libros se limitaría a reflejar una realidad. ¿Es así?
Las personas cuyo nombre aparece en Revista de Libros se distribuyen en dos categorías: escritores (autores de los libros reseñados) y críticos (autores de las reseñas). En cuanto a los primeros, el único estudio que conozco es el que yo misma hice en 1999 para incluirlo en mi libro Literatura y mujeres (ed. Destino, Barcelona, 2000). Examinando los boletines de novedades correspondientes a ese año de 15 editoriales españolas representativas en los ámbitos de poesía, narrativa y ensayo, encontré que la proporción de mujeres entre los autores era de un 20 % aproximadamente. No es mucho, pero es más del doble que ese 8 % que les asigna
Revista de Libros.
En cuanto a los críticos, cabe suponer que se reclutan entre los licenciados en Humanidades. Según las estadísticas del Ministerio de Educación, se licencian en Humanidades en España 6 mujeres por cada 4 varones, un 60 %. Revista de Libros les reserva el 10 % de los puestos.
¿A qué puede deberse esta situación tan singular? Me imagino (por experiencia) que están ustedes convencidos de que atienden, no al sexo de la persona, sino a la calidad de la obra. ¿No les parece llamativo que lo que a su juicio es calidad coincida, en un 90 % largo de los casos, con un firmante masculino? ¿Puedo sugerir alguna otra explicación?
Hace muchos años, más de diez, que adquirí la costumbre de recortar y guardar todas las críticas literarias que leo en las que se alude de algún modo a varones y mujeres, a lo femenino y masculino. Pieza a pieza, van componiendo un interesante rompecabezas en el que terminan por distinguirse algunas líneas maestras. (Las he analizado en un ensayo titulado La novela femenil y sus lectrices. La desvalorización de las mujeres y lo femenino en la crítica literaria española actual, que publicará próximamente la Universidad de Córdoba.) El principal denominador común consiste en que cuando una obra de una mujer es (a juicio del crítico) mala, dicho crítico aprovecha la ocasión para arrojar el descrédito o por lo menos la sospecha sobre las mujeres y lo femenino en general. Por el contrario, cuando una obra masculina es (a juicio del crítico) mala, la descalificación no va más allá de la obra singular, del autor como individuo. Es así como las mujeres, todas, vamos pagando los platos rotos de la mala calidad (real o supuesta) de tal o cual obra de una de nuestras congéneres.
Pondré algunos ejemplos, todos sacados de la presente revista (aunque debo precisar, quizá para su consuelo, señor director, aunque no para el mío, que en este punto resultan indistinguibles casi todas las publicaciones nacionales). Así, de tal obra se nos dice que “sus protagonistas –quizá habría que hablar de heroínas- se lastran de eso que se denominaba en otro tiempo “sensibilidad femenina”” (Revista de Libros, febrero 2000; entrecomillado del autor). De tal otra, profetiza el crítico, tras una reseña pésima, que dado “el amplio mercado de la novela femenil” (sic) en nuestro país, el bodrio en cuestión está llamado a ser “un éxito de ventas y lectrices” (re-sic) (Revista de libros, diciembre 1998). De una determinada autora nos dice el crítico que “ha abierto la caja de la emotividad” con la finalidad de “conseguir su grupo de lectoras incondicionales” (Revista de Libros, junio 1997; subrayado mío). Otra novela, acusada de “frivolidad y tontería”, se califica de “marujil” (Revista de libros, febrero 2000). Y así sucesivamente.
“Frivolidad”, “tontería”, “lectoras incondicionales” (o sea, sin criterio), "sensibilidad femenina" con retintín… Como vemos, las mujeres y lo femenino sólo aparecen asociadas a lo defectuoso. ¿Qué ocurre cuando una obra frívola, tonta, excesivamente emotiva… es de un varón? Veamos: “Su relato alarga en exceso las nimiedades sentimentales, se adentra con frecuencia en el territorio de la noñería”, se nos dice por ejemplo de cierta novela masculina (Revista de libros, julio-agosto 2006). Ninguna alusión al sexo del autor o los presuntos lectores. Por lo visto, que una obra femenina sea ñoña, frívola, tonta, demuestra que las mujeres (escritoras o lectoras) son ñoñas, frívolas, tontas. Que una obra masculina sea ñoña, frívola o tonta no demuestra nada.
En este orden de cosas, hay un contraste que me parece curioso. Ya sabemos que en España se publican cada año muchos títulos nuevos -decenas de miles- y que el número de páginas de la revista es limitado. Si tenemos en cuenta, además, que de esas páginas, sólo una décima parte las dedican a obras escritas por mujeres, nos encontramos con un espacio verdaderamente escaso. Ello no impide a Revista de libros publicar críticas (a veces, sorprendentemente extensas) de ciertas obras femeninas con las que el crítico se ensaña (y aprovecha, como hemos visto, para descalificar a las mujeres en su conjunto). En cambio, cuando aparece una obra femenina de calidad, envergadura e importancia indudables, ¿qué ocurre? Le citaré un ejemplo que me parece especialmente sangrante: el de La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias... para las luchas de las mujeres de Celia Amorós. No será necesario, espero, señalar la relevancia de esa obra: basta con saber quién es su autora. Se publicó en 2005 y obtuvo en 2006 el Premio Nacional de Ensayo (que ganaba por primera vez una mujer, en sus treinta años de existencia). ¿Cómo la acogió Revista de libros? Con el silencio. Tanto más clamoroso cuanto que sí reseñaron ustedes el Premio Nacional de Ensayo del año anterior y del siguiente...
Quede claro, señor director, que no me mueve ningún interés personal. Soy escritora, y hasta el momento dos de mis libros han sido reseñados en su Revista, el uno –hace años- muy negativamente, el otro –hace pocos meses- muy positivamente. Pero en tanto que mujer vinculada a la cultura, soy sensible al clima de sospecha, de desconfianza, de descrédito a priori, que se cierne sobre todas nosotras. Este clima, que no basta para explicar el que tan pocas mujeres accedan a la autoría y a la crítica, pero sin duda contribuye mucho a ello, se debe en gran parte a la labor –inconsciente, quiero creer, pero por eso mismo aún más eficaz- que ejercen algunos (y algunas) de quienes escriben en su revista. Ojalá esta carta contribuya a que entre todas y todos, cambiemos este estado de cosas.
Laura Freixas, escritora y presidenta de la Asociación Clásicas y Modernas para la igualdad de género en la cultura:
http://www.laurafreixas.com/
Firman también esta carta las componentes de la Junta directiva de de Clásicas y Modernas:
Pilar Aguilar, crítica de cine
Margarita Borja, dramaturga
Ángela Martín, editora
Magüi Mira, actriz
Berta Ojea, actriz
Diana Raznovich, dramaturga y humorista gráfica
Alicia Romay, periodista