SAURIOS
EN EL ASFALTO - NOVELA DE FLAVIA COMPANY
Comentarios de lector, por Carles Tàvec
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LITERARIOS
¿Qué se puede comentar sobre Saurios en el asfalto como
lector?
¿Qué narra las aventuras y desventuras de un grupo de
jóvenes en un país imaginario donde las libertades individuales están bajo
amenaza permanente?
Tal vez sí, pero no, pues la novela es mucho más que eso.
Es una especie de tratado del comportamiento humano y de los tipos humanos en
clave literaria frente a episodios más o menos “normales” o situaciones
extremas que todos podemos experimentar en algún momento de nuestras vidas.
La historia transcurre en Atalaya, una nación o región
imaginaria en la que hay manifiestas diferencias de clase entre la población, marcadas
por la zona en la que viven y el tipo de trabajo que realizan. Gobierna una
especie de casta y quienes trabajan para ella, es decir, para ese Estado
omnipotente y omnipresente, gozan de un pasar privilegiado y deciden sobre el
resto de la población, que solo puede circular por los carriles permitidos, siempre
sometida a vigilancia y arbitrariedades permanentes.
La novela no alude a ningún régimen político en
particular, sino a cualquier gobierno dictatorial, autocrático o democrático que
restrinja las libertades individuales y ejerza persecución abierta o encubierta
sobre los ciudadanos “problemáticos” o “subversivos”. Por lo tanto, puede
referirse tanto a la ex Unión Soviética como a Cuba, o como a las economías
llamadas de mercado, pues en ninguno de esos regímenes importa de verdad el ser
humano con sus complejidades y necesidades. En ambas concepciones, los
individuos son considerados engranajes de una maquinaria más vasta, simples objetos
usables y descartables. En el llamado socialismo todavía están esperando al
“hombre nuevo” que nunca llegó, y en el capitalismo el “consumidor” está
sometido a la tiranía de las tarjetas de crédito y los préstamos,
permanentemente estresado y cuadriculado por la amenaza de desempleo y
exclusión social, mientras los políticos se dan la gran vida sin hacerse cargo
ni pagar por sus errores con la pérdida de sus puestos ni de sus privilegios.
Saurios en el asfalto gira en torno a un inofensivo
proyecto de cambio de vida (de la ciudad al campo) obligado por las
circunstancias a que fue sometido unos de los personajes (Rosi)
Tal proyecto es la cuerda floja sobre la que caminan los
protagonistas y se deslizan los acontecimientos, pues ese tipo de libertad
individual, es decir poder elegir qué hacer, dónde y con quién hacerlo, no
estaba permitido en Atalaya.
El gobierno tiene montado un sistema de espionaje para
espiar a los ciudadanos, y se vale para ello de agentes infiltrados en la población,
actuando como una quinta columna que delata y causa desapariciones y asesinatos,
y eso es posible debido a la ingenuidad, la distracción, y a la excesiva confianza con que actúa el
común de la gente. No hay que olvidar el refrán: hombre precavido vale por dos.
Frente a ese contexto policíaco y persecutorio, la
galería de personajes de la novela nos muestra un claro contraste entre quienes
hesitan, que tienen miedo a mostrarse como son por el qué dirán, o a perder la
consideración de los otros si exhiben sus vulnerabilidades, si dicen sin
tapujos lo que sienten, en contraste con la actitud resuelta de otros
personajes que no vacilan en decir lo que piensan y hacer lo que sienten,
mostrando coherencia y determinación. Esa contraposición (a veces en un mismo
individuo) constituye un acierto de la novela y está muy bien caracterizada en las
propias palabras y actos de cada personaje.
Un hecho llamativo, que coincide
con la época actual, es que ninguno de los protagonistas muestra inclinación
hacia la actividad política, situación explicable pues ese tipo de régimen
suele perseguir, prohibir, o disolver a los partidos políticos, que son los instrumentos
de transformación de la sociedad por antonomasia. Por lo tanto, la ingenuidad y
la excesiva confianza, junto con la inexistencia de medidas de seguridad, hizo
que el grupo de amigos fuese una presa fácil de los servicios secretos. Divide
y reinarás es el lema.
El estilo elegido por la autora se caracteriza por los diálogos
de los personajes entre sí y también por los monólogos interiores que cada uno
protagoniza rememorando acontecimientos de su vida. Es una obra coral en la que
los personajes son conocidos por el lector gracias a sus actos y palabras, y no
por la descripción del narrador.
Un personaje muy interesante de la novela es el “Viejo
Campos”, que actúa como una especie de conciencia poniendo ante los ojos de los
demás lo que no quieren o no pueden percibir con sus sentidos.
Otro acierto de Saurios en el asfalto es que los agentes
encubiertos de los servicios secretos no son presentados como psicópatas sino
como individuos "normales", capaces de acariciar a un gato, ser padres
cariñosos o sufrir raptos de arrepentimiento. Son individuos que hacen ese trabajo
como “deber patriótico”, para ganar dinero, para pasarla bien, situación que
coincide con los casos reales. Son los tipos que invocan la "obediencia
debida" o se justifican diciendo "yo cumplía con mis obligaciones
laborales", y en el fondo no se diferencian mucho de quienes oprimen un
botón para disparar un misil que en pocos segundos acabará con un hospital
donde se atienden niños y ancianos a 500 o a 5 mil kilómetros de distancia. Por
desgracia, el dios dinero y el individualismo extremo que la sociedad de
consumo insufla de manera permanente a individuos ambiciosos, egoístas, indolentes,
e ignorantes, son condicionamientos al estilo de Pavlov que contribuyen a
formar saurios, reptiles cuya característica básica es arrastrarse.
Si descartamos la existencia de disturbios mentales
graves, deberíamos colegir que el comportamiento de los torturadores y de los
represores en general se debe a la carencia de ética, entendida esta como un
conjunto de valores que nos permite diferenciar lo que está bien de lo que está
mal y actuar en consecuencia. La línea divisoria entre el bien y el mal debería
responder a un axioma muy simple: no hagas a otros lo que no aceptarías que te
hagan a ti. Si no aceptarías que te torturen, no debes torturar, si no
aceptarías que te engañen no debes engañar. Si no aceptarías que te maten, no
debes matar. No es este el lugar para explayarse sobre el tema pues requiere de
un abordaje multidisciplinario, baste con decir aquí que nada bueno puede
pasarnos si siguen proliferando como yuyos estos individuos dispuestos a hacer
cualquier cosa para sobrevivir en la jungla de cemento en que se está
convirtiendo el mundo.
El final de la novela queda abierto, porque el tema
tratado no se acaba nunca y las situaciones que creíamos superadas vuelven a
aparecer una y otra vez. Por lo tanto, el tema del traidor y del héroe seguirá
alimentando tanto nuestras fantasías como nuestra realidad.
Como lector, sólo voy a decir que la clave está en el
mosquito. Lean la novela para enterarse del por qué. No se van a arrepentir.
2.
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POLÍTICO-SOCIOLÓGICOS
Saurios en el asfalto fue publicado en 1997, cuando ya no
existía el Muro de Berlín ni la Unión Soviética; pero el atentado a las torres
gemelas del 11 de septiembre de 2001, que desató la paranoia, todavía estaba muy
lejos, así como la posterior invasión a Irak en 2003, y tampoco se vislumbraba la
crisis capitalista más importante desde 1929, que ahora llaman “La gran
recesión” y que explotó a fines de 2008 con sus consecuencias negativas sobre
el nivel de vida de millones de seres humanos en términos de empobrecimiento y
desempleo. Por otra parte, nadie imaginaba que en 2010 se iba a iniciar la
“Primavera árabe”, que pintaba en principio como una serie de revoluciones
sociales destinadas a trastocar las estructuras de poder autocráticas y que sin
embargo quedaron en la nada. La tradición siempre es más fuerte.
A dieciocho años de su publicación, Saurios en el asfalto
puede considerarse una novela premonitoria, pues pintó muy bien el futuro que
hoy estamos viviendo como presente con relación a la limitación de las
libertades individuales.
El ejemplo más claro hoy es el Estado Islámico o ISIS,
que no vacila en insuflar el terror mediante la decapitación de quienes rechazan
su dogma o en castigar a las minorías sexuales con torturas medievales. A su
vez, ese Estado Islámico es la consecuencia de la invasión a Irak en el año 2003,
decidida por George W Bush en contra del clamor de su pueblo, que se declaró en
contra de esa aventura bélica. En 2015, doce años después de la invasión, todo luce
peor en esa parte del mundo. Es decir que los dirigentes, cuando ya han sido
colocados en sus puestos por sus votantes, no vacilan en ignorarlos y tomar decisiones
contrarias a su voluntad. Esto nos dice que en las democracias actuales hay un
divorcio entre los ciudadanos de a pie y los gobernantes, que por impericia o
interés fallan en su trabajo específico, que no es otro que elevar el nivel de
vida de la población en su conjunto, y en su lugar buscar adormecer las
conciencias y acallar -mediante datos comprometedores obtenidos por los
servicios de inteligencia sobre sus vida privada o sus negocios- a los líderes
que pueden encausar las protestas. Lo que prevalece es el nepotismo, el
amiguismo, el tráfico de influencias, el soborno, y la corrupción y el
favoritismo en el otorgamiento de subsidios y licitaciones. Se benefician los
allegados al poder, pero los ciudadanos de a pie siguen sufriendo las
peripecias de siempre.
Frente a esta realidad existe todavía la ilusión de la
revolución social, que siempre queda en cabeza de una minoría utópica pues los
mecanismos de lavado de cerebro que nacieron junto con las sociedades de masas
a principios del Siglo XX (ver el documental "The Century of the
self" de la BBC) han sido muy efectivos en moldear seres inmaduros,
conformistas, cómodos, centrados en sí mismos y por lo tanto egocéntricos, que
buscan la salida individual (sálvese quien pueda) en vez de imaginar soluciones
colectivas, y que por lo tanto son conservadores por necesidad, dado que
quieren conservar primero el empleo para no perder después la casa y el auto, y
poder irse de vacaciones o comprar todos los aparatos que la tecnología de
punta les ofrece en cómodas cuotas mensuales, sin percatarse de que eso los
convierte en esclavos o rehenes modernos. La revolución es un sueño eterno, dice
el título de una novela de Andrés Rivera.
Ese modus operandi de espiar a los ciudadanos y amedrentarlos
era muy utilizado por la dictadura cívico-militar de Juan Carlos Onganía en
Argentina (1966-1970) y también por el proceso Cívico-Militar que abarcó desde
1976 hasta 1983. Por esa razón, debemos suponer que era un rasgo común de los
gobiernos dictatoriales. La novedad es que ahora estamos cayendo en la cuenta de
que los gobiernos democráticos también recurren a los mismos métodos. El avance del fascismo es
innegable en este terreno, y hay que pararlo a tiempo.
En resumen, Saurios en el asfalto es una novela que ya en
1997 mostraba la situación hacia la cual tiende hoy el mundo, surcado por diversos
problemas y con un marcado sesgo dirigido a limitar las libertades individuales,
poniendo como escusa al terrorismo, palabra esta que se define según las
circunstancias, que van desde robar un pan para comer hasta volar un edificio.
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