Dejo
aquí el comentario que Carlos Tábano ha escrito sobre su lectura de
Melalcor. Es una lectura que capta por completo la intención de quien
escribió la novela. Me ha resultado emocionante leerlo. Gracias,
Carlos.
La página de Carlos: http://www.carlostabano.blogspot.com.es/
MELALCOR CONTRA EL GRAN
CUADRICULADO
Comentarios de un lector (Carles Tàvec) sobre la obra de Flavia Company “Melalcor”
Há um cansaço da inteligência abstracta, e é o mais
horroroso dos cansaços. Não pesa como o cansaço do corpo, nem inquieta como o cansaço
do conhecimento e da emoção. É um peso da consciência do mundo, um não poder
respirar da alma.
Hay
un cansancio de la inteligencia abstracta, y es el más horrendo de los
cansancios. No pesa como el cansancio del cuerpo, y tampoco inquieta como el cansancio
del conocimiento y de la emoción. Es el peso de la conciencia del mundo, un no
poder respirar del alma.
Fernando Pessoa, El
libro del desasosiego. Párrafo de las
páginas 95 y 96 de Melalcor, en la edición de Muchnik Editores.
Mi
corazón ya no aguanta,/ El modo en que doblas la manta,/Y si te vas no
volverás,/ ¿Por qué será que no llega mi muerte/ si al fin y al cabo no soy tan
fuerte?/ Y tú eres consciente/ con tu lúcida mente/ Adiós, pues, mi amante,/
has cumplido muy galante.
Señora Savalt
El
título de este conjunto disjunto de comentarios es más propio de un comics que
de una novela, y sin embargo es el que mejor refleja mi lectura de Melalcor.
Confieso
que he leído una nota del diario El País del año 2001, y también algunos
escritos que flotan en la web en los que se comenta la obra; pero mi enfoque
diverge de esos al no ser una crítica literaria que no estoy capacitado para
hacer, sino opiniones subjetivas que hasta pueden contrastar con la idea en
torno a la cual la autora escribió la obra.
Coincido
en que el problema de la identidad (quién soy), en íntima relación con el
concepto de personalidad (cómo soy) está presente en Melalcor; pero no asocio
ese aspecto con la heterosexualidad, la homosexualidad, o la bisexualidad, sino
con la cuestión más profunda del ser.
No es
este el lugar para explayarse sobre aspectos de la Psicología, por eso solo
diré que la obra me resulta junguiana en cierto sentido, desde que hace patente
las contradicciones desgarradoras que aquejan al individuo narrante (él/ ella),
ya que mientras su conciencia lo/ la obliga a acatar su rol predeterminado
dentro de la familia (vista como institución caduca) y a responder como persona
(máscara) según lo que se espera de él/ ella, el inconsciente le exhibe sus
deseos en primer plano, empujándolo hacia una liberación que por indecisión le
cuesta realizar. El resultado es una neurosis manipulada con habilidad por el
entorno. El individuo narrante se siente tironeado y entra en la desesperación
antes de encontrar el camino. Por eso me parece un acierto de la obra haberles
dado carácter autónomo a La Gran Culpa y a La Gran Fuerza Creadora, como si
fuesen dos personajes que encarnan fuerzas contrapuestas, una lucha de titanes.
Padre
omnipotente y golpeador, madre sumisa (“la estreñidita”), y hermano mayor
preferido por causa de su adaptación al sistema tejen un lazo muy fuerte como
para que el narrador intente liberarse. Prefiere engañarse y tratar de alcanzar
la zanahoria, aunque eso signifique renunciar a lo que quiere; pero cada día
que pasa la hortaliza está más lejos….
El
miedo a sentir, es decir, el miedo a ser, a comprometerse, que en definitiva es
miedo a crecer, espanta al individuo narrador, que en un huida hacia adelante
escinde el sexo del amor, porque el sexo es pasajero, satisface una necesidad y
ya; pero el amor exige continuidad, renunciamientos y cuidados, un entregarse
en cuerpo y alma, y eso le provoca pánico.
Con
prosa antibarroca, que podría leerse a la velocidad de la moto que conduce el
individuo narrante, la autora ha escrito un alegato en contra de ciertas convenciones
sociales e instituciones, y en contra de esa necesidad en parte insana de
clasificarlo todo, de cuadricularlo, de medirlo, pesarlo y empaquetarlo, como
hace Lola, uno de los personajes.
Pero
“ojo al piojo”, como decimos en la Argentina, pues detrás de esa escritura sin
lastre cada párrafo es como un iceberg: concentra no solo la densidad de las
palabras escritas sino también el peso de las otras, las sumergidas, que el
lector irá reflotando según sus pálpitos. Por esa razón pienso que puede haber
tantas versiones de Melalcor como personas la lean, pues la autora consigue
involucrar al lector como copiloto de la travesía, tal vez siguiendo la
tradición del maestro Julio Cortázar, al que algunos intelectualoides ningunean
por no querer o no poder comprender el enfoque lúdico que de la literatura
tenía el Cronopio Mayor.
Los
seres humanos somos una especie en tránsito desde la animalidad instintiva de
los mamíferos, que se conserva en lo profundo de nuestro cerebro primitivo anestesiada
por las represiones, las convenciones y las imposiciones, hacia algo desconocido,
de lo que empero somos protagonistas.
Si
Melalcor pretendiera dejar un mensaje, tal vez sería este:
2 comentarios:
Vaya lectores maravillosos.
Blanca:
La verdad es que sí. Un auténtico privilegio.
:-)
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