Os dejo aquí copiada (y el enlace) de una reseña inteligente, profunda y aguda de María Ayete Gil sobre Por mis muertos.
Mi agradecimiento a María por su lectura, puro y generoso diálogo con mi escrito.
Esta foto me la hizo mi eposa, Inma Ibáñez, en Cayo Caulker, Belize. |
«
[…] La realidad es la ficción que cada cual elige, Andrea, y por eso
hay que elegir muy bien las mentiras que uno se cuenta y le cuenta a los
demás y es importante que coincidan tanto como sea posible, ¿me
entiendes?»
Por mis muertos, Flavia Company.
Adentrarse entre las páginas del libro
que hoy nos ocupa supone, desde la primera hasta la última, asumir las
reglas del juego que su autora, Flavia Company (Buenos Aires, 1963), nos
propone como lectores. ¿De qué juego estamos hablando? Pues no es otro
que el de suspender nuestra incredulidad. Ya en las dos citas iniciales
que encabezan el texto, la primera del legendario J. L. Borges, la
segunda del maestro Silvio Rodríguez, se nos ofrecen dos pistas acerca
de una de las posibilidades (de entre las infinitas que todo libro
otorga) de afrontar la lectura de los relatos que lo constituyen:
espejos y memoria. Por mis muertos, última publicación de una
escritora cuya estela está ya por encima de los veinte títulos, tanto en
lengua castellana como catalana, es la concatenación de retazos de
infancia, de amor, de muerte, de recuerdo y de miedo, de pequeñas
anécdotas del día a día tratados desde el perspectivismo concedido a
partir del recurso de los espejos. Es decir, de todo aquello que hubo
antes de nosotros y que de alguna manera nos conforma, nos constituye.
Sólo nos hace falta echar un leve vistazo al libro para darnos cuenta de
la familiaridad con la que la voz narrativa se acerca al lector, pues,
¿quién no ha tenido profesores, vecinos, porteros, abuela, amores,
personas perdidas? Sumado a esto la sencillez estructural y de un
lenguaje que busca la mayor aproximación posible a la oralidad, nos
topamos con un texto que fácilmente consigue conectar con el lector y
familiarizarse con él.
Porque sí –aún no lo había dicho con
claridad –, estamos ante una recopilación de cuentos: dieciséis, para
ser exactos. “Lo juro”, “In memoriam” y “Herencia y elección” son los
nombres que encabezan las tres partes en que se agrupan los relatos.
Tres partes que se comunican entre sí a partir de la reaparición de
algún personaje u otro elemento conector, como puede ser un caracol que
finge estar dormido o un infantil vestido de animales. Pero más allá de
estas conexiones, la estructura no resulta casual: cada parte se
relaciona de una forma distinta con el título. Veámoslo.
“Lo juro” abre las puertas a seis
cuentos que juegan deliberadamente con los límites de la ficción, que
narran pequeñas anécdotas que consiguen dejar perplejo a un lector en
cuyas manos queda creer en la veracidad de lo que lee o no. El título de
esta parte, como el resto de la totalidad del texto, apela a la
necesidad de jurar que lo que se cuenta es cierto (no se jura que algo
es verosímil, sino real). “In memoriam”, la sección más corta y tributo a
todo a lo que debemos nuestra identidad, nos sumerge en el recuerdo de
aquellos que quedaron atrás y que nos han conformado de una manera u
otra: la infancia, la madre, la abuela. Altamente significativo es el
título otorgado a la tercera y última de las partes, “Herencia y
elección”, en donde pasado y presente conviven conformándose como
resultado de las dos partes anteriores. De entre todo lo que se nos ha
dado, de todo lo que somos, llegamos a lo que elegimos, pero, también, a
lo que desechamos, pues todo lo que escogemos supone el descarte de
tanto otro.
Uno de los aspectos del conjunto que más
pueden llamar la atención, o al menos, a esta servidora, es la
reiterada aparición de los llamados códigos QR a modo de notas al pie de
página. Este recurso, aparte de significar toda una apuesta por una
literatura que tiene en cuenta y que se apoya en los medios de
comunicación del mundo real, persigue otro fin no menos revelador que el
anterior. A la manera de las fotografías que asaltan en buena parte de
las novelas de W. G. Sebald, el hecho de la aparición de estos códigos
permite que el lector identifique aquello que está leyendo con retazos
de una teórica realidad; es decir, el funcionamiento es algo así como
una plasmación del referente real que necesita el lector para creer lo
que se le está contando. De este modo, lo que se viene a pretender es el
desajuste de esa predisposición a darle el estatuto de real a todo
aquello que se muestra tanto en imágenes, como en blogs, tuits y demás
redes sociales, involucrándonos en un juego en el que se barajan como
intercambiables los términos de verdad y verosimilitud.
Es en este punto en el que llegamos al
eje vertebral y objetivo principal de la obra de Flavia Company:
establecer mediante un juego con el lector un puente entre éste y la
ilusión de la realidad. ¿Es lo que he leído verdad? ¿Dónde están las
fronteras entre ficción y realidad?
Aquí cobra vital importancia algo que he
comentado con anterioridad a propósito de la sencillez y claridad tanto
sintáctica como estructural de los cuentos: la oralidad. Como en su
momento reivindicó Walter Benjamin, la importancia de la retransmisión
oral de lo narrado radica en el hecho de que sólo a través de la
narración es posible transmitir la experiencia, y sólo de ese modo las
generaciones van sucediéndose las unas a las otras. Contados
predominantemente a partir de una voz narrativa en primera persona, el
libro busca que el lector identifique esta voz con la realidad y la
verdad a la vez que supone un intento de recuperación de la tradición
oral, del placer de escuchar historias y también de contarlas. ¿Quién no
ha contado alguna vez una anécdota de cuando tenía cuatro años,
convencido de que es totalmente verdad? Pero en lo que no caemos, y eso
es, precisamente, a lo que nos induce a reflexionar Por mis muertos,
es en que todos nos contamos –además, de una forma muy parecida –, y al
contarnos nos inventamos, pues no existe más que aproximación cuando de
palabras se trata. Justamente es esto lo que hay en común con los
relatos que se cuentan en el libro. Unos relatos cuya estructura clásica
de principio, nudo y desenlace no hacen más que insistir en su oralidad
invitando, a su vez, a la retransmisión a partir del establecimiento de
una comunión de temas que permiten al lector entrar en el libro de
forma directa.
Así, y para concluir las reflexiones
acerca de este magnífico libro de relatos, que da para muchísimo más y
que invito fervientemente a leer, estamos, ante todo, frente a un juego
deliberado con lo autobiográfico y todo lo que ello supone, pues, en
palabras de la propia autora: «la autobiografía es la mentira que más
hemos contado a más gente y la que estamos más dispuestos a creernos».
Ahí lo dejo.
COMPANY, Flavia: Por mis muertos. Páginas de Espuma, 2014.
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