El pasado domingo, 5 de junio, fui al Palau de la Música Catalana. Un amigo mío tocaba el clarinete en la "Orquestra Simfònica Julià Carbonell de les Terres de Lleida".
Dirigía Alfons Reverté y el programa fue interesante.
Para empezar, el poema sinfónico Pastoral de Juli Garreta, una composiciñon dedicada a Pau Casals y estrenada en el Palau de la Música el 2 de noviembre de 1922.
Después el Concierto en Re menor para dos pianos y orquesta de Poulenc, quien interpretó esta obra junto a Alicia Larrocha en el Palau en mayo de 1950. En esta ocasión, asistimos a la actuación de los hermanos Pérez Molina.
En la segunda parte fue el turno de la Sinfonía num. 3 en Do menor, op. 78, con órgano (en manos de Jordi-Agustí Piqué), de Saint-Säens. Un lujo.
Me gustó mucho la orquesta. Sonaba bien. Me sorprendió gratamente.
No hay que olvidar que, si en este país hay música, es sobre todo porque muchas personas sacrifican horas, esfuerzos y sueños para que sea posible.
En otro orden de cosas: observando emocionada el Palau mientras escuchaba música, no dejaba de pensar cómo era posible que alguien que había tenido a su cargo semejante templo hubiese sido capaz de saquear sus arcas sin ningún tipo de pudor ni respeto.
7 comentarios:
Porque a ese energúmeno sólo le sonaba la "bossa".
En fin, no vale la pena "fer-se mala sang".
Por cierto, el jueves pasado estuve en un concierto en el Cementiri de Montjüic (nunca sé dónde lleva la diéresis o si lleva); "Un concert per el Record", se titulaba. Estuvo muy, muy bien. Duró poquito, pero fue intenso. El lugar imponía.
Son los dos polos compartiendo un mismo espacio, por un lado los músicos que casi no cobraban y por otro el gestor que se dedicaba a llevarse el dinero, un dinero que por otro lado no se para que quería, ¿más coches? ¿Más casas? ¿Piscina más grande? , mientras los otros ensayando horas y hora para crear algo bonito para que otros lo escuchen.
El otro día viendo el documental sobre el Alzheimer de Maragall salían investigadores de todo el mundo, una doctora en la India intentando dar a conocer la enfermedad a la población, casi sin recursos y por otro lado cada día vemos dictadores machacando a la gente, el ser humano es un misterio.
Botavara:
Tal cual. Qué pena, ¿no?
Dintel:
Pues mejor no hacerse mala sangre, cierto, pero a veces... es difícil no pensar en según qué iniquidades. En fin.
Francis:
El ser humano es muchas veces un triste misterio.
Pues una pena, sí... porque seguro que la música sonaba mucho mejor que el tintineo de las monedas... pero: "si no hay más ciego que el que no quiere ver" tampoco debe haber "más sordo que el que no quiere escuchar".
Y en este lugar los dos sentidos se agudizan.
Sin duda, parece increíble pero la codicia no conoce fronteras; ejemplo de ese comportamiento lo vemos todos los días, pero es verdad que cuando uno está redeado de semejante maravilla parece que debería influir.
Saludos
Botavara:
Así es; hay personas a las que el sonido del dinero les hace perder la decencia.
Antonio:
Me resulta difícil de comprender, la codicia. Me da vergüenza ajena, descubrirla en alguien. Es tan deprimente... En fin.
Publicar un comentario