Viajar de noche es distinto a hacerlo de día. La sensación de espacio cambia, el cuerpo está más relajado, incluso cansado, nada se ve alrededor y por lo tanto nada distrae de lo que ocurre en el interior del vehículo. Me gusta charlar, y también el silencio, ese silencio que prepara el siguiente comentario, o un beso, un ¿me pasas el agua?, un ¿nos cambiamos en el próximo peaje? o un ¿nos paramos a tomar algo en el área que viene? Una música suave, a veces. La información de tráfico. No tener prisa. Estar ahí.
jueves, 5 de julio de 2007
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6 comentarios:
Uno de los mejores libros de viajes que he leído lo escribiste tú: Querida Nélida. Tu primer libro.
Una enorme y agradable sorpresa verte por mi blog y saber que además de releer tus libros puedo leerte aquí.
Un beso.
(Si me lo permites, seguiré copiando fragmentos de tus obras en mi espacio.)
Vaya, pues muchísimas gracias.
Y desde luego que puedes citar mis textos en tu espacio: sólo faltaría. Me iré pasando por allí.
¡Seguimos!
La noche tiene un encanto mágico que nunca el día podrá alcanzar. Para conducir yo soy más de viajar de día pero este otoño, volviendo del trabajo y ya de noche, me encontré la luna más bonita que he visto en mi vida, grande, redonda,llena y muy blanca; hubiera alargado el viaje indefinidamente sólo por seguir teniendo esa luna como acompañante.
Luna lunera... Qué cosa la luna. Fascina más que el sol, porque se la puede mirar de frente y sostiene la mirada. El sol abrasa, la luna seduce. Es muy distinto.
Si, de noche, con la ventanilla abierta y un pie descalzo fuera, con música suave y sin aire acondicionado, claro, y de vez en cuando, quizás entre oscuras siluetas de pinos, vislumbrar de forma fugaz el destello de un faro conocido.Un placer.
Clu!!!! Que ilu! Oh benvingut, passeu passeu...
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