Y limpiar. Pueden ser dos buenas acciones del fin de semana -de algún fin de semana, cuando la cosa ya empieza a ser gravemente insostenible.
Y qué gusto da ver el hogar reluciente y la nevera llena. Y qué poco dura tanto una cosa como la otra. Y qué desagradecidas las labores de la casa, de veras, qué frustrantes.
Leí hace ya tiempo un artículo de alguna escritora española con éxito, ahora no recuerdo si Rosa Montero o Almudena Grandes o Soledad Puértolas, pero alguna de las tres, sobre hasta qué punto las tareas domésticas lacraban la vida de las escritoras, cuando seguramente no afectaban en absoluto a la vida de la mayor parte de los escritores, que habrían pasado de los cuidados de la madre a los de la esposa o, en su defecto, a los de la asistenta.
Y es verdad que a veces, mientras limpio, compro o cocino, pienso: qué tiempo tan desperdiciado, tan tirado a la basura, tan inútil. Pero otras veces no estoy tan segura: puede que ser conscientes de lo que compramos para comer o ensuciamos para vivir tenga sentido.
2 comentarios:
la casa puede estar limpia o no; ordenada o no.
Pero una nevera así, nunca la lleno yo. Tiene que ser ella. Reúne demasiadas cualidades de orden, previsión, anticipación.
Una nevera así da la sensación de casa.
Totalmente de acuerdo: Una nevera así es puro hogar. (La cueva llena de provisiones... si es que somos de un primitivo...)
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