Ha vuelto a hacerlo. Juan Pablo Silvestre me ha invitado a Mundo Babel.
Y mientras duraba el programa ingresé yo, cual Alicia en el país de las maravillas, en un pozo sin fondo del que no habría querido salir jamás.
Qué hace ese hombre con las palabras, es un misterio.
Qué consigue con sus preguntas -que a buen seguro se ha hecho antes a sí mismo-, qué provoca con sus pausas, con esa risa suya de gato de Cheshire, cómo seduce y arrastra, cómo transforma y cuestiona, un acontecimiento para el alma.
Recuerdo aquellas mañanas de sábado, hace ya bastantes años en que, bajando al delta del Ebro, justo coincidía con su programa y pensaba: ese mundo me gustaría a mí habitarlo, a ese mundo me gustaría algún día llegar, y estaba siempre tentada de llamar por teléfono y decir aquello de: "Hola. Soy tal y cual y esto es Mundo Babel", pero la timidez o el pudor me vencían y lo dejaba siempre para más adelante.
El mundo debe de premiar a veces la paciencia tímida. Ya van dos veces en que, invitada por Juan Pablo, digo esas palabras para él, o con él, y siento que, como entonces, ingreso en un lugar que siempre me ha esperado pero al que jamás habría llegado sola. Me ha hecho falta su mano, la de Juan Pablo, que agradezco infinitamente.
Juan Pablo es un privilegio. El nuestro.
Gracias desde aquí.