Bueno, me han regalado un escáner. El primero de mi vida. Y estoy como una niña pequeña con zapatos nuevos o el día después de reyes. Qué queréis que os diga. Es así.
Esto quiere decir que voy a poder escanear mis primeros libros y tenerlos en el ordenador y, por lo tanto, colgarlos aquí para que, si alguien quiere, pueda visitarlos en pdf. De momento, he empezado con uno. Del que veis la portada más arriba. Ya está entre los Textos íntegros que he incluido en el blog.
Este brevísimo texto lo escribí a los diecisiete años, cuando terminé COU, durante el verano. Para que se convirtiera en libro, tuvo que suceder lo que a renglón seguido os cuento:
En primer lugar, pasar varios años. Porque como a mí no se me había ocurrido publicar ni por asomo, y además iba yo para pianista más que para escritora, guardé el texto en el cajón, sin mostráselo a nadie, y seguí con mis cosas de la vida.
Estudié Filología Hispánica y, al terminar, me dije a mí misma, como cualquier hijo de vecino que acababa una carrera de letras -además yo no había estudiado el CAP, porque no quería ser profesora de ninguna de las maneras-; total, que me dije: ¿Y ahora, qué?
Pues que una buena amiga mía conocía a un conocido de un conocido del director de Quimera, una revista en esos años más visible y diría yo que mejor que en éstos. El director de Quimera, Miguel Riera, a su vez era director de la Editorial Montesinos. Me recibió cortésmente y a buen seguro pensó que mi ingenuidad era de una medida absoluta cuando le confesé que había ido a buscar trabajo. Contuvo, sin embargo, la risa, y me preguntó si yo escribía. Pensé que era una pregunta a la que no podía contestar de modo negativo (además, yo escribía, iba escribiendo, había escrito). Contesté con la boca pequeña, porque pensé que en cuanto le dijera que sí, que en efecto escribía, me pediría que le mostrase algo. Dicho y hecho. Le dije que sí y me pidió que le llevara algo. ¿Y qué le llevaba que estuviese acabado? Le llevé algunos libros de poemas y lo único en prosa que tenía terminado: un texto de cuarenta y nueve folios, escritos a máquina, titulados "Querida Nélida".
Se lo quedó todo. Me dijo que se marchaba de viaje a Buenos Aires -precisamente-, y que se llevaría el manuscrito de la novela -dijo novela- para leerlo en el avión. Creí que mentía, probablemente porque me hacía demasiada ilusión como para creérmelo -y aún no sabía que muchos editores mienten por defecto-.
Y desde Buenos Aires me escribió una carta con papel del Hotel Colón para decirme que no podía darme trabajo en "Quimera", porque no lo había, pero que quería publicar "Querida Nélida".
Me citó de nuevo a su vuelta para hacer planes. Entre otras cosas, cuando nos vimos me preguntó si estaba ya escribiendo otra novela. Supe que aquel era uno de aquellos momentos en que una debe decir lo que el otro espera que diga, de modo que no solo dije que sí, sino que me inventé allí mismo los personajes, la estructura, el tema, el punto de vista e incluso el título de mi siguiente novela, que en efecto se llamó tal como improvisé, "Fuga y Contrapuntos", y que me puse a escribir aquel mismo día en cuanto llegué a casa, para no faltar a la verdad, o para no faltar tanto a la verdad. ("Fuga y Contrapuntos" será la siguiente en el proceso de escaneado).
"Querida Nélida" apareció en 1988. No toqué ni una sola coma respecto a lo que había escrito a los diecisiete.