lunes, 7 de enero de 2008

CUENTO DE REYES

Ilustración: Martín Tognola

Qué cosas tan curiosas ocurren a veces. Estaba yo la semana pasada colgando en el blog un fragmento de mi novela "Melalcor" cuando, de pronto -como siempre- sonó el teléfono. Era Maestro, del Periódico, para pedirme un cuento, de Reyes o de Navidad, para el suplemento especial de los días de fiesta.

Yo no escribo por encargo, pero el fragmento de la novela que acababa de colgar era, por así decirlo, casi un cuento de Reyes. Que además, al releerlo, me había hecho gracia.

Y ésa fue la razón por la que pude aceptar, porque el cuento precedía a la petición. De no haber estado colgando esa mañana aquel fragmento, no lo habría recordado al recibir la llamada de Maestro y habría declinado la amable invitación.

Aquí está el cuento que escribí, con la ilustración que lo acompañó ayer en El Periódico, que por cierto me ha encantado. Así que gracias, Martin Tognola.

La última noche de Reyes

Publicado en "El periódico de Catalunya", 6 de enero 2008.
Flavia Company


Notaba, o mejor dicho sabía, que la gente que lo rodeaba era más importante que él. Siempre. Era de esas intuiciones infantiles que se tienen antes de ser capaz de expresarlas. Y la única sensación especial acerca de su persona se desvaneció con el conocimiento de la verdad sobre los Reyes de Oriente. Fue como tragarse un sorbo de lejía: lo destruyó por dentro.

Nunca olvidaría aquellas horas. Sus padres habían salido. A casa de la abuela Miquel, para llevarle el pavo que tenían que zamparse aquellas fiestas. Con ciruelas y manzanas y piñones metidos por un agujero que le hacían atrás. Los pavos le daban pena, con aquel cuello estrecho, torcido y pelado.

Mientras tanto él, que acababa de cumplir siete años, se puso a hacer lo que le habían prohibido, o sea a jugar por toda la casa con el coche de bomberos a control remoto que le habían regalado su tío y el novio de su tío, al que toda la familia llamaba el amigo de Charli. Mira por dónde, el coche de las narices, después de sortear infinidad de obstáculos, fue a parar bajo la cama de sus padres y allí quedó enganchado. No había nadie que pudiera ayudarlo. Incluso el yayo había salido; se había escapado hacía un par de horas, y en aquel momento no le apetecía ir a buscarlo al agujero en el que siempre se escondía; más que un abuelo, parecía un topo.

Así que, como no conseguía sacar el coche con el mando a distancia ni adelante ni atrás ni a derecha ni a izquierda, se agachó para cogerlo. Vio un montón de paquetes envueltos con papel de regalo y un pensamiento absurdo le invadió la mente en contra o sin la intervención de su voluntad: los Reyes están aquí. ¿De día? ¡Miedo! ¡Miedo! Miedo incontrolable, nuevo. Tragó saliva. ¿Por qué habían ido a su casa? ¿Sabían que estaba solo? Por supuesto, lo sabían todo, por ejemplo lo mal que se había portado durante el año, que no le gustaba ducharse, que no obedecía a la primera, que odiaba a sus primos. Su madre se lo había dicho muy clarito: "Si sigues así, los Reyes, que reciben informes detallados sobre todos los niños del mundo, no te traerán nada de lo que les has pedido".

A él los Reyes le habían dado siempre terror. Le gustaban los regalos, eso sí, pero detestaba sus trajes de terciopelo, su vejez y sus camellos. Miró a su alrededor, preocupado, y se sentó en la cama, a pensar. No tuvo que darle demasiadas vueltas al asunto. Una vez fue capaz de controlar la respiración agitada y de desoír los latidos de su corazón, que de pronto, en lugar de uno, parecían dos o tres, escuchó durante un rato y se convenció de que no había nadie más en el piso. Había estado solo tantas veces que conocía a la perfección ese silencio. La radio de la vecina a lo lejos, la cisterna del de arriba, la máquina de coser de la de al lado, el ascensor.

Recuperó el coche de debajo de la cama con una considerable carga de pelusas que le produjeron un ataque de estornudos en serie, y se sentó a esperar el regreso de la familia en el tresillo de la sala frente al televisor apagado, en cuya pantalla se reflejaban las luces intermitentes del árbol de Navidad. Cuando sus padres volvieron de casa de la abuela no relató nada de lo acontecido. Por otra parte, tampoco nadie le preguntó.

La noche del día 5 y a instancias de sus progenitores dejó, con desconfianza, tres vasos de vino, unas almendras y agua para los camellos, y también algunos zapatos repartidos por distintos lugares y se fue a dormir tan tarde como le permitieron, después de comprobar, con disimulo, que los paquetes seguían debajo del lecho nupcial.

Esperó con paciencia hasta la madrugada del 6 de enero para ver si se confirmaban sus sospechas. Los padres llamaron como siempre temprano a la puerta de su habitación con gritos de júbilo: "Han venido los Reyes, han venido los Reyes y te han dejado un montón de cosas". Y sí. Allí estaban. A paquete por zapato. El papel de regalo era el mismo que había visto, y debajo de la cama de sus progenitores no quedaba nada. Fue fácil entenderlo: los Reyes Magos pasaban de él --no conocían siquiera el nimio hecho de su existencia-- y sus padres, para que no se traumatizara, se veían obligados a montar toda esa pantomima.

Desenvolvió los regalos uno por uno, y cuando los tuvo abiertos y descubrió que estaban todas las cosas que había pedido en la carta de aquel año, miró a sus padres con agradecimiento y, también, con una compasión todavía inconsciente.




24 comentarios:

Anónimo dijo...

Echaba de menos tus Perio Relatos.
Me ha gustado mucho y es tan real.
El niño encuentra los juguetes por casualidad, aún no sabe. Pero todos, cuando lo hemos sabido, hemos buscado esos paquetes y hemos sonreído al encontrarlos y hemos callado esperando el momento, la mañana del 6.
Los padres son tan ingenuos y con tantas ganas de agradarnos.
Me gusta especialmente la frase del final:"miró a sus padres con agradecimiento y, también, con una compasión todavía inconsciente." Dice tanto.

Flavia Company dijo...

Gracias, Winsta, por la generosidad de tu comentario.
Por lo que respecta a los Perio Relatos, la entrada de un nuevo jefe en el Cuaderno del Domingo supuso su eliminación. A mí también me apena, porque es algo que me encantaba hacer.

Anónimo dijo...

Ahora diría una palabrota, pero me reprimiré.
¿Por qué sabrán tan poco de literatura los que se supone que deberían saber?
Mientras más ahondo en el tema, más me parece todo una incongruencia.
Flavia, perdóname mi egoísmo, pero lo siento más por mí que por ti.

´´ dijo...

Lo de los diarios es tremendo , el ABC se curra un buen suplemento de cultura , pero los otros pasan bastante , El cultura/s de la Vanguardia tiene algo bueno ( Masolivier ) pero es flojo . El Babelia es muy flojo y EL periodico por no tener no tiene ni seccion de cultura .

Anónimo dijo...

Buen año a todos!!
Flavia: en otro blog (Addaia) nos han hecho una propuesta: nos explica una posible trama, y tenemos que escribir un relato libre basado en esa trama (cambiando lo que creamos conveniente, principio, final, etc...)
Tú que sabes de esto: ¿un relato tiene una estructura fija que debamos seguir los que nunca hemos escrito nada seriamente? Perdona por si la pregunta no viene a cuento (de Reyes, jeje..): me lo dices y ya está, o me recomiendas alguna web donde pueda encontrar recomendaciones al respecto...
¡¡De momento me fijaré bien en tu relato de Reyes!!

Anónimo dijo...

clara, por si te resulta útil:
http://es.wikihow.com/escribir-un-cuento
http://www.booksfactory.com/lecturas/Como_escribir_un_cuento_policiaco.html

Flavia Company dijo...

Clara:
La direcciones que ha dejado Héctor seguro que son útiles.
Y naturalmente, la mejor manera de aprender a escribir relatos, es leer buenos relatos.
Y... no, no tienen una estructura fija.

Héctor:
Gracias por tus sugerencias.

Anónimo dijo...

Gracias Flavia.
¿Escribes regularmente en El Periódico? ¿Qué día?

Flavia Company dijo...

Héctor:
Regularmente, no. Algunas temporadas con cierta frecuencia, otras no tanto. Depende de ellos y también de mí. Colaboro en la sección de Opinión y en la de Libros. Hasta hace poco tenía una estupenda sección los domingos, de microrrelatos, pero la entrada de un nuevo jefe de suplemento acabó con ella. Snif!

Anónimo dijo...

Qué desastre... snif, snif, porque me encantan los microrelatos. Que yo sepa, de programas en los que haya sección de microrelatos está el Qwerty de Barcelona TV (miércoles a las 22.45hrs), Punt de Llibre en Radio Barcelona (los sábados a las 15hrs) y el Nautilus de Radio 4 (miércoles a las 14hrs).
Bueno, al menos puedes ir publicándolos en tu blog, ¿no?

Flavia Company dijo...

Héctor:
Eso sí, en el blog no hay jefes que valgan, jajajaja!

NáN dijo...

Qué cosas tan curiosas ocurren a veces: hoy es miércoles, tengo taller y llevo un relato titulado "Maestro".

A lo que íbamos: la transformación del extracto de la novela en un cuento es un regalazo inesperado.

Y como Winsta, también yo quedé impresionado por la última frase y todo lo que sugiere y significa: lo que tiene de tremendo y de "corrosivo" del concepto "padres".

Flavia Company dijo...

Nán:
Esa coincidencia "maestra" me ha dejado anonadada.
Y el concepto de padres, sí, qué complicado. y el de familia, ni te digo. Ha que revisarlo todo, sin tregua.

´´ dijo...

Los niños cuando les dan un regalo siempre creen que son los padres , es luego que le has de explicar lo de los reyes y entonces lo creen ( porque lo dicen los padres ) , pero en un principio ellos saben que los regalos son de los padres. El niño , recien nacido o de dos o tres años , es el ser mas practico del mundo , lo de los Reyes Magos es un Ilusion de los adultos .

Flavia Company dijo...

Francis:
Parece sensato tu razonamiento, sí señor.

dintel dijo...

Ahí está el problema real de la educación: los niños siempre creen a sus padres. ¿Pero... estos son dignos de ser creídos? Lo que más me gusta del cuento es la explicación que se da el niño a sí mismo, porque coincide exactamente con la psicología evolutiva de esos años. La mayoría se sienten engañados y no tienen la madurez para aceptar la realidad, por esto, muchos, también se engañan a sí mismos no quieriendo creerlo.

Acabo de leer Melalcor y lo tenía muy fresco, pero he disfrutado del cambio de idioma.

A mí también me encantaría aprender a escribir relatos, aunque me siento bastante negada para ello y me da miedo enfrentarme, realmente, con el tema. No sé si estoy preparada para descubrir que soy incapaz de escribirlos. En fin, por ahora me conformo con leerlos, aunque el gusanillo corre por dentro.

Flavia Company dijo...

Dintel
Es que en todo verdadero lector/a hay escondido un verdadero escritor/a.
Bueno, a los padres no hay que creerles demasiado... ya sabes qué opino de la familia -la institución caduca- si has leído Melalcor, jajajajaja!

dintel dijo...

Leído lo tengo, sí, señora. Y me ha pasado una cosa muy curiosa con él; a ver si me sé explicar… Entre los/as dos narradores/as he visto la voz de la escritora y me he quedado con la sensación de que era bastante proyectivo, el libro, por lo que me ha dado una dimensión diferente de su lectura. Me he quedado sorprendida, después de tantos años como lectora, porque es la primera vez que me pasa; normalmente, no me gusta descubrir la voz del escritor, pero esta vez, dado el “juego” narrativo del libro, me ha parecido que lo complementaba aportando un nuevo nivel informativo. Cabe decir que no soy nada experta en crítica literaria por lo que, lo que acabo de escribir, no es más que una sensación y una opinión propia sin ánimo de sentar cátedra.

Flavia Company dijo...

Dintel:
Lectoras como tú, que aportan su punto de vista personal, son las que enriquecen el hecho de haber escrito y, peor aún, publicado. Gracias.

dintel dijo...

Ja, ja, ja, ja. Me ha hecho mucha gracia eso de "peor aún"... Me gusta que la fina ironía se engruese en ciertos momentos.

Por cierto, ha caído en mi mesita de noche, "L'espai desconegut", curiosamente.

Flavia Company dijo...

Dintel:
Qué casualidad. Hoy mismo, y además por sorpresa, porque no sabía yo que se había reeditado, el cartero ha llamado al timbre y me ha traído ejemplares de la segunda edición de ese librito.

dintel dijo...

Curiosamente tengo la primer edición, cosa que me llena de orgullo (sin prejuicio, claro está).

Anónimo dijo...

Hola!!

Vengo de donde Nán (que ha avisado de tus textos íntegros colgados en tu página) (con permiso de Vuecencia, me he guardado algunos para leerlos en casa, que aquí tengo un jefe "a mis seis" y no es plan).

Tu cuento me ha encantado. Yo colgué un post en Noviembre sobre algo parecido. Por si tienes tiempo (y ganas) de curiosear, echa un ojillo acá:

lazonafotica.wordpress.com/2007/11/06/dia-de-reyes-magos/

(El chisme este no se come el código HTML para auna cita. Tch. No queda tan bonito).

Flavia Company dijo...

Microalgo:
Si vienes "de donde Nán", doblemente bienvenida.
Y encantada de que te hayas guardado algunos textos para leerlos, y no para envolver bocadillos, que era una de las opciones, jajajaja!
¿Un jefe a tus seis? Buf.
Claro, me pasaré por la dirección que me das. En breves minutos.
Gracias por tus comentarios.

Aquñi dejo mis artículos más recientes aparecidos en La Vanguardia. Espero que los disfruten. :-)